Por 1948, un grupo de folcloristas argentinos desarrollaron un primer Congreso Nacional.
El mundo estaba cambiando rápidamente; culminada la Segunda Guerra Mundial, era previsible una invasión cultural extranjera. Prohibido dormirse, pensaron.
En el cónclave, privó el espíritu de defender fuertemente tradiciones y raíces; La identidad por sobre todo. Hubo que elegir un emblema y se coincidió en que fuera un árbol, por la vinculación del folclore justamente con las raíces nacionales y la tradición. Hubo más de un diseño ya que todos querían contribuir. Entre tantos, el más significativo resaltó las ramas que representaron el pensamiento.
Y un día, la invasión llegó y desculturizó. Vino con el nombre de globalización y el fin de hacernos creer (y aceptar) que todo es lo mismo. Así, deja su marca día tras día metiéndose en las cabecitas de los tiempos por venir.
Aunque nada impedirá que, tozudos, muchos (viejos y jóvenes) recuerden y valoren hoy, aquel entusiasmo que sintetiza el Día del Folclore Argentino.
Por Roberto Armando Bravo.