Las imágenes de la inauguración del Estadio Provincial (un día como hoy hace cuatro décadas) fueron seleccionadas para grabarse en la memoria colectiva de los mendocinos.
Cerca de 50.000 personas asistieron al denominado Partido de Prueba entre los seleccionados de Mendoza y San Rafael, constituyéndose en el evento deportivo y social más importante de la historia de Mendoza toda.
Es que, hasta entonces, las mayores convocatorias habían sido aquellos partidos de los primeros campeonatos Nacionales jugados por San Martín, Independiente y Gimnasia y Esgrima, aunque en ningún caso asistieron más de 15.000 espectadores.
A la versión anual de la Fiesta Nacional de La Vendimia unos 20.000 y algún candidato a presidente habrá convocado entre 20 y 30.000. No más.
Aquel 14 de mayo del ’78, unos 10.000 sanrafaelinos que coparon la tribuna sur (la del tablero) vivieron una tarde de emociones y alegrías porque al imponente estadio, y el calor de las almas que albergó, se sumó una actuación futbolística extraordinaria de los Rojos.
Los primeros minutos, los dirigidos por José María Machado, le cedieron el balón y parte del terreno a los mendocinos hasta que advirtieron cómo podían vulnerarlos. No obstante, Andrés Molina cayó cuando fueron al cruce (y a la pelota) Celucci y Oliva, y Ángel Piveta no dudó que era penal. Roberto Pascual Chavero lo transformó en gol a los 27´ pese a la estirada de Ramón Sánchez Saavedra. Al toque igualó Juan Carlos Ureta con tanto de gran factura. Iban 30′.
El último cuarto de hora de la fracción inicial puso en evidencia que San Rafael era superior, lo cual se concretó apenas comenzado el complemento: a los 4′ el Gringacho Ramón Francisco Ortiz lo primereó al Chueco Vicino, lo desbordó a Dante Pralong y sacó un derechazo inatajable para el Chalo Pedone. A los 6′, el Pucho Roberto Raúl González conquistó el tercero con sutil cabezazo.
La media hora siguiente se constituyó en un final a toda orquesta por la seguridad de Ramón Sánchez Saavedra, la solvencia de Isidoro Celucci (más tarde Luis Calzada) y Pedro Sartirana, la contagiable prodigación de Rodolfo Oliva, la categoría de Jorge Pont; el manejo y visión de Roberto Raúl González, la firmeza de José Luis Lapuente y Héctor Díaz; la velocidad y potencia de Rufini y Mansilla y la capacidad goleadora de Juan Carlos Ureta, primero, y Ramón Francisco Ortiz, luego.
Tras el pitazo final, puso la piel de gallina y el alma orgullosa el grito de “¡San Rafael! ¡San Rafael!” expresado por la mayoría de los espectadores. El aplauso final pareció interminable. Mendoza 1 – San Rafael 3. Gloria y Honor.
Por Roberto Armando Bravo.