Más que presunción es una certeza: en Argentina no existe la independencia de poderes.
Los Ejecutivos (gobiernos) tienen una marcada influencia sobre legislativo y judicial.
En el primero de los casos, quienes debieran evaluar la importancia de las leyes en función del bien común priorizan la disciplina partidaria; alzan la mano aun cuando íntimamente no estén de acuerdo. Es que para la llamada “carrera política” es indispensable pasar por un Concejo, Legislatura o Parlamento.
El restante tema es quizás más delicado: el modo de elección de los cargos judiciales genera una dependencia muy difícil de obviar por los magistrados a la hora de impartir justicia. Para los que separan la paja del trigo, y quieren cumplir con su conciencia y la justicia, las presiones suelen ser insoportables. Por supuesto que quienes mejor lo pasan son los que, al igual que los legisladores, cumplen con la disciplina partidaria.
Hay algo que regula la relación: el honor. Mientras se recupera, no queda otra que, Constitución en mano, resistir.
Por Roberto Armando Bravo.