Esta tarde se produjo un hecho que, por tolerantes, calificaremos de insólito. El partido de vuelta entre San Lorenzo de Almagro y Argentinos Juniors se demoró una hora porque el equipo de la Paternal no tenía la indumentaria con los colores establecidos.
Es que, en una “reunión técnica” previa, se había determinado la indumentaria que debía usar cada uno pero la visita se presentó con una de color negro que haría confundir con el tono oscuro de la Azulgrana. No obstante, hace poquito (en partido nocturno), ambos se había enfrentado con los colores ahora cuestionados.
La Superliga ha hecho un reglamento tan puntilloso (ya se ha visto con las sanciones al Ciclón y a Huracán) que hace dudar a las instituciones si arreglarlo como siempre (“¡Dale, yo cambio de camiseta y me pongo la blanca!”, en el caso de San Lorenzo), por temor a una sanción.
Mientras tanto el público, que sostiene con su entrada esta absurda burocracia, debió salir a buscar refugio por la lluvia y el viento en el Bajo Flores. Encomiable paciencia.
Después de todo eso, porque San Lorenzo cedió medias de color blanco, dirigentes y árbitros se pusieron de acuerdo y se jugó. Burlando el reglamento, claro está, porque finalmente no se cumplió con lo pactado. Cuando las papas queman…
Superliga. Nombre demasiado grandilocuente para lo exhibido hasta ahora, máxime si agregamos que, la organización de esta Copa ha sido tan poco pensada que los equipos que quedan eliminados ¡estarán inactivos tres meses!
Así estamos. Esta dirigencia hiperprofesional está hiperpreocupada solo por el maquillaje. Se nota. Demasiado.
Por Roberto Armando Bravo.