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Profesores: menuda tarea

Su formación los capacitó para enseñar. La realidad de estos tiempos se encargó de exigirles lo pedagógico y más. De por sí, su rol es complicado: deben tratar con adolescentes y, más allá de su tino, esos jóvenes llegan al aula con un combo de problemas que debilitan las voluntades mejores. Es que no supieron solucionarlos familia, escuela primaria, ni gobiernos porque, de haber sido así, los chicos no serían tan violentos e irrespetuosos, estudiarían en la comprensión que el saber es la única arma para posicionarse en un mundo excesivamente competitivo, no beberían o se drogarían.

Analizadas, ya un poco a la distancia, las políticas instrumentadas entre 2003 y 2015 han sido decididamente perversas. Alguien tiene que decir con todas las letras que apuntaron a los votos sin importar la formación porque el libertinaje tiene muchos adeptos en esa franja etaria. De modo que los profesores se quedaron sin armas para ser justos y conducta e inconducta pasaron a ser sinónimos, lo mismo que cumplimiento e incumplimiento. El Reino del revés.

Y los jóvenes no necesitan eso. Requieren, aunque por adolecer les cueste diagnosticarlo, saber cuáles son los límites del camino que desemboca en la Universidad o el mundo laboral que no son en absoluto permisivos.

Cuando comience a surtir efecto la aplicación de las viejas recetas, los profesores tendrán no solo un día feliz; festejarán algo más que la felicidad de hacer algo noble.

Por Roberto Armando Bravo.

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