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Presos

Estar preso implica vivir más de una situación dolorosa. La primera, y obvia, es el encierro. Luego, abreviando, se pueden apuntar hacinamiento y quebrantamiento moral producto de situaciones varias.

Hay, además, otro aspecto devastador: el ocio.

Los reclusos deben tener la posibilidad de poder desarrollar actividades físicas, deportivas, intelectuales, espirituales y laborales. Respecto de esta última, muchos recuerdan que, medio siglo atrás, en el penal de avenida Mitre se enseñaban oficios como, por ejemplo, la carpintería.

Hoy, los espacios se han reducido en la misma proporción que ha crecido la cantidad de internos.

No es menos cierto que son pocas todas las precauciones que se tomen para evitar que las herramientas se conviertan en armas.

No obstante el cuadro de situación, una nueva penitenciaría (o la actual remozada y ampliada -si se puede-) seguramente contemplará los espacios y recursos humanos especializados para el propósito del encarcelamiento: devolver a la sociedad personas que realmente hayan cambiado la conducta que les llevó a estar privadas de la libertad.

Por Roberto Armando Bravo.

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