No todos aquellos de esas edades tan vulnerables son parte de una familia que los eduque, proteja, guíe y contenga. Es más: algunos ni siquiera la tienen y parientes lejanos y/o amigos no siempre están dispuestos a acogerlos.
Estos son los casos en que son derivados a los llamados hogares. Estando dentro de estas instituciones van a la escuela, se les controla la salud, practican deportes. Allí hay gente que se ha preparado espiritual y profesionalmente para tratar chicos que vienen con un «combo» de problemas de inconducta social (delincuencia juvenil, adicciones, rebeldía). Y cada día deben enfrentarse a algo nuevo (no bueno) que les obliga a saber más, a redoblar esfuerzos.
Hubo un tiempo donde a los jóvenes en situación de desamparo se los internaba en el Patronato de la Villa 25 de Mayo; entonces, producto del respeto a los mayores, de observar límites, los muchachos salían realmente reformados.
Hoy, ya grandes, recuerdan hasta con cariño ese trago amargo compensado con educación y contención.
Otros tiempos.
Por Roberto Armando Bravo.