Esta mañana fueron sepultados los restos de Mario Rosales, histórico masajista de Rincón del Atuel.
Los Verdes fueron la pasión del Petiso. Lo catapultaron a la fama los partidos jugados por aquel equipo que llegó a instancias finales del Torneo del Interior 1995. Es que, cuando algún jugador quedaba lesionado y el árbitro lo autorizaba, salía disparado hacia el lugar.
Aun cuando las zancadas no iban más allá de lo que daban sus cortas piernas, su desplazamiento velocísimo despertaba la exclamación de los miles de espectadores que alentaban a los de la Primavera en Huracán. Nunca se había visto a un utilero tan presto, tan rápido. Marca Registrada.
Quienes lo conocían recordaban que, en sus años mozos, Mario Rosales había sido un competente ciclista. Seguramente también practico el pedestrismo.
En aquel plantel, como en todos, había bromistas espontáneos (los de la humorada del momento, la también llamada salida) e intelectuales: aquellos que inventan un guion para una puesta en escena posterior. De allí el invento de un arquito a la medida de Mario que grafican las fotos. El Petiso disfrutaba de las chanzas. Los muchachos no se reían de él; se reían con él.
El impiadoso paso del tiempo le pone a hechos y circunstancias un manto de olvido. No obstante, quedará grabada en la memoria de muchos la imagen de aquel hombre, chiquito de talla pero grande de corazón, que vivía con particular intensidad un encuentro de fútbol.
Por Roberto Armando Bravo.
Merecido y sentido homenaje a un queridisimo tipo