Cuando comenzó a despuntar la década del ochenta, empezó a alternar en la Primera División de Pedal un espigado lateral izquierdo de muy buena talla, algo poco común para el puesto. Pronto, el ojo clínico de los hinchas calificó al chico de rulos como temperamental y seguro.
El correr de partidos y campeonatos les dio la razón, aunque habría que sumar su muy buen timing para anticipar y una apreciable capacidad para proyectarse.
En el aspecto defensivo, hacía valer su altura tomando a uno de los lungos rivales y en lo ofensivo aportó con remates bien dirigidos y de potencia infrecuente marcando varios goles en sus trece años de carrera.
Es uno de los jugadores que más títulos ganó en la rica historia Tricolor: siete (1982, 1983, 1984, 1985, 1987, 1991 y 1993). Identificado con el club de Pedro Vargas y Cabildo, también fue D.T. y presidente. Es más, sus hijos Mauricio y Franco jugaron en el club en los años dos mil.
En 1994, el Pelado militó en el Rincón del Atuel que clasificó al Torneo del Interior ’95.
Daniel Colombatti fue una persona afable, daba gusto conversar con él (especialmente de fútbol, claro está) en la cancha (aunque no iba mucho), en su negocio de avenida Balloffet u otro lugar circunstancial.
El Pelado puso tanto corazón que se le agotó prematuramente. Acompañamos el sentimiento de familiares y amigos.
Por Roberto Armando Bravo/Roberto Bravo.