in

La fuerza de la palabra

La primera etapa está cumplida: el tema se definió hace tiempo. Desde hace tiempo, también, varios escritos han sido borrados con el “suprimir” del teclado. No hay caso; mil intentos, ningún invento.

Hasta que llega el día menos pensado: aquel en que las frases redondean ideas con extraordinaria precisión. Cuando comienzan a unirse los eslabones de una larguísima cadena.

Ninguna puerta se abrió, no quedó ventana de par en par, pero las musas entraron al lugar y, lo más trascendente, iluminaron mente, corazón y alma del escritor.

¿Qué cuánto tiempo pasó? ¡Qué importa! él ya sabe que es mejor no vivir pendiente del calendario. Que la creatividad no sabe de eso. Aparece y desaparece mágicamente.

Una vez culminada la obra, aunque confíe, desconoce cuándo trascenderá porque, para ello, tampoco existe un reloj. Lo escrito hoy tal vez tenga su reconocimiento en el mañana ¡Quién sabe!

Eso tampoco es lo importante. El verdadero valor de una pieza literaria no está asociado al éxito. No tiene precio ni medida

Lo genuino acaricia el alma y eso, eso no se palpa ni se ve.

En el día del escritor, brindamos por las plumas y teclados que impregnaron e impregnan de sentimiento papeles de distintas texturas para regocijo de la humanidad.

Por Roberto Armando Bravo.

Deja una respuesta

Tu dirección de correo electrónico no será publicada. Los campos obligatorios están marcados con *

Este sitio usa Akismet para reducir el spam. Aprende cómo se procesan los datos de tus comentarios.

El Pirata llegó a buen puerto

1993 – Pedal venció a Huracán