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Imposible

Sería un despropósito imaginar a una Mendoza sin sus árboles.

Historia, Identidad, belleza paisajística, sombra y defensa contra los vientos, son algunos de los argumentos que uno puede esgrimir para fundamentar la aseveración inicial.

Hay un sentido cultural de los habitantes de estas tierras. Ellos saben del sacrificio de los pioneros que introdujeron las primeras especies «para hacer del desierto un vergel». Tienen en claro, también, que la arboleda es el ADN provincial sumado a los beneficios de características más prácticas.

Pero todo ello se sustenta si los árboles están de pie. Entonces, hay que protegerlos de tala, mutilación, falta de riego, etc. Un árbol caído es como «el alma por el suelo» y, desde hace años, por estos lares el alma no habita en las alturas.

Cada tanto, en nuestro San Rafael vientos de mediana intensidad derriban árboles y ramas. Tras trozar, uno advierte la causa: están secos. El derrumbe, además de la pérdida, pone en peligro la integridad de las personas y bienes.

Urge idear y poner en marcha un plan provincial de reforestación que no solo tenga que ver con el reemplazo de especies; debe concientizar sobre defensa, cuidado y adecuada elección de la variedad a plantar.

Esa toma de conciencia debe estar dirigida a todos, sin excepción; sorprenden depredaciones de los que supuestamente saben.

Por Roberto Armando Bravo.

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