En el ’86 se cortó la racha Tricolor. Luego de haberse consagrado tetracampeón (1982/83/84/85), Huracán pareció decir “¡Cortala con tanto festejo!” y el título se mudó a las vitrinas de avenida Mitre.
Pero ese año les sirvió a los de Pedro Vargas y Cabildo para rearmarse y el ’87 los encontró nuevamente en la lucha.
La consolidación de algunos jóvenes fue fundamental. Dentro de esa promoción es para destacar lo de Omar Golbano.
El pibe no solamente le dio a la defensa su impronta (seguridad, fortaleza, presencia) sino que, cuando hizo falta, contagió a los suyos con una fe y voluntad encomiables justificando el porqué de su designación como capitán.
La fe le permitió erigirse en el defensor goleador de la temporada (fue distinguido por ello), con impactos certeros de tiro libre, cabezazos o los disparos de media y larga distancia que se constituyeron en una marca registrada: «los Golbanazo«.
Al final del torneo Armando Abadía (extinto periodista reconocido y apreciado) el tablero de goleadores indicó que Omar Golbano había marcado siete, apenas uno menos que Martín Vilallonga el máximo anotador Tricolor.
Por Roberto Armando Bravo.