Quien «lleva una casa», como habitualmente se define a la administración de un hogar, sabe que hay que remarla para llegar a fin de mes. Que es imprescindible «sacarle punta al lápiz» para que, al menos, alcance. Es un principio fundamental de la economía doméstica. Y a respetar por todos los integrantes de la familia.
El jefe/a tiene claro que los montos destinados a salud, educación, vestimenta y calzado, y lo que demanden los estudiantes de la familia, no dejan rédito alguno pero son una inversión a futuro. Del mismo modo precisan que, los que ya se han capacitado, trabajen porque, si llevan una vida ociosa, es muy probable que terminen metiendo la mano en los bolsillos de los que producen, generando otro desequilibrio además de un hecho delictivo.
En definitiva, hay conciencia de que no puede salir más de lo que entra y que, si sobra algo, hay que ahorrarlo por si en algún momento surge un imprevisto que lo requiera.
Multiplicado por tantos integrantes como los que tenga, un estado debiera administrarse con igual criterio.
Es posible.
Por Roberto Armando Bravo.