En la República Argentina asume hoy un nuevo Presidente de la Nación. En otro país, con tradición demócrata, no pasaría de un acto protocolar con las expectativas lógicas, su impronta emotiva y demás.
Pero en el nuestro tiene una significación muy especial porque seguimos transitando el período más largo de democracia: exactamente 32 años se cumplen hoy de aquella inolvidable asunción de Raúl Ricardo Alfonsín.
Entonces, del último antecedente de entrega del mando presidencial de un civil a otro habían pasado 67 años (1916).
Aquel presidente (para muchos el padre de la democracia moderna) sentó las bases de la continuidad; su lucha contra el poder militar fue épica, fundamentalmente por la decisión de enjuiciar a los genocidas.
Hoy, Cristina Fernández traspasará el poder a Mauricio Macri (aunque no sea tan así). Que sea posible, mucho tiene que ver con la profunda convicción democrática y coraje de Raúl Alfonsín y gran parte de las agrupaciones políticas de aquellos tiempos.
También del pueblo, custodio de democracias plenas que respeten las libertades constitucionales y se traduzcan en un “gobierno del pueblo, por el pueblo y para el pueblo”.
Por Roberto Armando Bravo.