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El eslabón más débil

La cadena del narcotráfico tiene un enlace que le es hasta despreciable: el de mulas y mulos.

Quienes contrabandean droga, generalmente mujeres, suelen pagar con su propia vida haberla introducido en el estómago, la vagina o el ano.

En su mayoría pertenecen a un segmento social vulnerable o viven una vida desgraciada. A cambio de unos pocos pesos, los de «más arriba» les proveen los estupefacientes que deberán llevar de un lugar a otro. Depende del tráfico (interprovincial o internacional) será el vehículo a usar. Se volvió algo tan común que, por ejemplo, en el Aeropuerto Internacional de Ezeiza hay un Hospital que se especializa en tratar a las mulas que son descubiertas para que expulsen del interior de su cuerpo cocaína, éxtasis o lo que fuere. Por supuesto que los médicos pueden hacer algo, siempre y cuando, pastillas y/o cápsulas no hayan reventado; eso es letal.

Hay otra sección que «opera» en los barrios periféricos de las ciudades (San Rafael incluido). La integran pre adolescentes que, en una suerte de delivery, proveen a personas que estacionan sus vehículos con vidrios polarizados a mitad de cuadra. Entrega y Pago.

Tras solo una acción, mulas o mulitas, cualquiera sea la categoría, quedarán tan involucradas que, cuando caigan en la cuenta de su desprotección, tal vez sea tarde.

La clave es que digan no a la primera propuesta por más tentadora o extorsionadora que sea.

Por Roberto Armando Bravo.

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