Víctor Ariel Rueda, un corpulento pibe, apareció por la Primera de Sportivo Pedal Club a comienzos de los noventa jugando de zaguero central.
Los futboleros recordaban que el papá del chico había militado en El Porvenir en los ’60. Por tres o cuatro temporadas, los Tricolores gozaron de un defensor fuerte y rápido, que daba mucha seguridad a la línea de cuatro.
Promediando la década, Rincón del Atuel se lo llevó para jugar el Torneo del Interior y, poco después, San Martín de Monte Comán uso la billetera, una vez más, y lo incorporó a su escuadra Ferroviaria. Allí sumaría otro campeonato (a los ya ganados con Pedal) en 1996 y, antes que culminara el certamen, se fue a Gimnasia y Esgrima La Plata.
Cuando le tocó, respondió a las expectativas de un exigente como pocos: Carlos Timoteo Griguol. Claro que era difícil estar en un club que todavía «se lamía las heridas» dejadas por la tremenda frustración de haber perdido el torneo 1995 en la última fecha.
Quizás por eso decidió marcharse y, para no extrañar, su rumbo siguió por otros Gimansia: el jujeño primero (Gimnasia y Esgrima) y el salteño luego (Gimnasia y Tiro).
«El más grande» de los Rueda: baluarte fundamental de los grandes equipos sanrafaelinos de los noventa.
Por Roberto Armando Bravo.