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Aquí, allá y más allá

La inseguridad es un fenómeno que afecta a la mayoría de las naciones; bienaventuradas las que están libre de ella.

Ante ese panorama, hay que extremar las medidas de precaución. Nosotros lo hacemos fronteras adentro de Argentina. Desde hace tiempo ponemos rejas, alarmas; usamos gas pimienta; tenemos «in mente» el 911 y la forma de comunicarnos urgente.

Evitamos circular por los barrios considerados «peligrosos» e, incluso, por calles cercanas al centro que carezcan de buena iluminación. Advertimos a nuestros hijos sobre la inconveniencia de relacionarse con desconocidos, ir al baño del colegio durante las horas de clases y otros temas. Todo eso, y más, lo realizamos en la ciudad en que vivimos, que conocemos.

Las comunicaciones y el turismo han simplificado algo que, hasta hace no muchos años, era complicado por demás: viajar a otros países.

Cualquiera de esos destinos son absolutamente desconocidos para quienes van por primera vez. Apenas si saben que se trata de mar o montañas, no mucho más.

Tales circunstancias plantean un rol más protagónico de las instituciones que nos representan en el exterior. Embajadas y Consulados deben facilitar a las autoridades argentinas de las áreas de seguridad (y estas al ámbito turístico-público o privado-) de toda la información que dispongan relacionada con lugares considerados peligrosos.

Luego de la desaparición y asesinato de las jóvenes mendocinas Marina Menegazzo y María José Coni los diplomáticos argentinos en Ecuador nos hicieron saber detalladamente lo peligroso que era el paraje ecuatoriano de Montañita, una suerte de zona liberada para bebidas, drogas y descontrol.

Tarde. Los hechos ya fueron consumados.

Por Roberto Armando Bravo.

Foto de inicio: extraída de Facebook de Marina Menegazzo.

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