Desde su conformación, el pasado marzo, ya se han concretado dos encuentros del Ente Binacional que conforman chilenos y argentinos. El tercero se hará en San Rafael antes de fin de año. Hubo concreciones. Hay agenda. Y, fundamentalmente, una muy visible intención de continuar aportando los mayores y mejores esfuerzos en favor del proyecto.
Sabido es que al tiempo no se lo vence. Que una mega obra como la soñada demandará al menos diez años. Y son plazos innegociables, por decirlo de algún modo. La magnitud, prescindiendo de conocimientos y lenguaje técnico, la da el solo hecho de tener que perforar la cordillera, además de la ruta propiamente dicha y caminos vinculantes.
Aunque siempre odiosos, los ejemplos sirven para comparar. Uno de los países donde la economía funciona como un relojito es Suiza. Además, es previsible. Un proyecto ferroviario, similar en su conjunto al nuestro, demandó U$S 27.000 millones y 17 años. Aquí estamos estimando unos U$S 1.500 millones y, como decíamos al menos un decenio.
Si hay algo que entorpece el desarrollo de estas obras es la burocracia. La burocracia nos ha arrebatado algunos años que son irrecuperables.
Ahí está uno de los grandes desafíos: en lograr que ambas naciones volteen las barreras que impidan el tránsito expedito. En crear un escenario simple donde los estados se tracen metas y tiempos que sean absolutamente respetados.
Así las cosas, tal vez un decenio no represente tanto tiempo.
Por Roberto Armando Bravo.