Están las de aquellos que eligen esta tierra para pasar un tiempo feliz y también las de la cámara empresarial local pidiendo correcciones para disminuir la oferta irregular.
Razones no le faltan: denuncia que, en la misma vereda de la Dirección Municipal de Turismo, hay gente que promociona sus departamentos, cabañas y otros lugares de alojamiento sin tener habilitación municipal ni pagar impuestos. Respecto de este punto, plantean que la D.G.I. controla solo a los inscriptos (no solo sucede en este rubro) algo que, a todas luces, genera una desigualdad. Pero lo más preocupante sucede con lo construido y no declarado: si la edificación tiene fallas las padecerán los turistas con toda la mala promoción que ello generará.
Los números ofrecidos por la cámara son por demás elocuentes: hay 9.300 plazas habilitadas y unas 4.000 que no lo están.
Hace un par de décadas (cuando el «boom» turístico) desde la Dirección de Turismo llamaban a inscribirse a quienes tuvieran casas disponibles para satisfacer la demanda, independientemente de las cualidades. Advertida esta necesidad, muchos (tal vez demasiados) comenzaron a construir para arrendar a los turistas. Hoy, es imprescindible hacer una revisión para brindar cantidad con calidad.
Por Roberto Armando Bravo.