Uno conoce los desvelos de los prestadores turísticos, la cámara que los nuclea, el municipio y el gobierno provincial para que San Rafael sea un destino turístico cada vez más importante. Asimismo, que son conscientes de lo que hay y lo que falta porque, para un buen diagnóstico, es necesario el reconocimiento de virtudes y defectos.
Entre las primeras tenemos uno de los lugares más lindos de la provincia y la Argentina. La naturaleza nos bendijo con ríos y montañas y los hombres hicieron viñedos y bodegas; parques y plazas. La nuestra es una ciudad limpia aunque poco iluminada y carente de atractivos nocturnos para la gente mayor (los pibes tienen boliches para elegir).
Existe una infraestructura para todos los gustos y necesidades: hoteles de distintas categorías, aparts, departamentos y cabañas para vivir la naturaleza en sus mismas entrañas. Medios que nos vinculan por tierra y aire y, fundamentalmente, una gente educada, cordial y servicial.
En el debe, hay que mejorar algunos circuitos. La ruta en el Desvío hacia El Nihuil está en muy malas condiciones.
El camino del Cañón del Atuel (con algunas dificultades propias de la misma naturaleza como los derrumbes que lo interrumpen) debe ser dotado de sanitarios, paradores y hasta comercios para satisfacer las demandas turísticas.
Que San Rafael es caro, es otra de las quejas que se escuchan más asiduamente de boca de quienes nos visitan. Es algo cuasi cultural. No todos entienden que hay márgenes de ganancia a respetar y que, para que los negocios perduren, deben ser confiables sin aprovecharse de turistas cautivos.
Cuando se corrijan esos y otros errores (y se acentúen las virtudes) San Rafael será verdaderamente un destino turístico.
Por ahora, hay que aceptar que es un lugar con turistas, aunque la proyección sea alentadora.
Por Roberto Armando Bravo.
