Antes que la violencia se expandiera a lo largo y ancho del territorio nacional cuasi una pandemia, existían dos tipos de castigos: el contemplado por ley y el de la sociedad. Por supuesto que el primero era el más fuerte aunque el segundo también tenía su peso y, consecuentemente, había que soportarlo. No resbalaban las voces que se alzaban, los dedos acusatorios, el rechazo.
Y hablamos en tiempo pasado porque hoy no parecemos una sociedad que reaccione condenando hechos aberrantes. Hay miradas hacia otro lado -sin pensar que callar está muy cerca de justificar- y se advierte cierto acostumbramiento a los hechos aberrantes (lo peor que nos podía pasar).
Las últimas grandes manifestaciones sociales ocurrieron hace doce años cuando secuestraron y asesinaron a Axel Blumberg; entonces, masivamente -en San Rafael también-, los argentinos se pronunciaron por leyes nuevas o corregidas.
Quienes tenían la responsabilidad de hacer algo ignoraron al pueblo. Incluso, muchos recrearon el fantasma de la «mano dura» como forma de descalificar las peticiones cuando sencillamente se trataba de darle mejores herramientas a la justicia.
Ellos ¿Seguirán viviendo en su «paraíso»? ¿Les habrá rozado la Inseguridad? ¿Continuarán justificando su “obediencia debida”?
Por Roberto Armando Bravo.
Foto: www.tardesgrises.wordpress.com