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Historietas

La imaginación y talento de los argentinos ha sido usina generadora de muy buenas historietas. De la creatividad nació una variada gama. Las de mayor circulación acudieron a la clásica lucha de héroes y villanos; otras apuntaron a los personajes.

Dante Quinterno le puso un sello bien porteño a Isidoro Cañones, un muchacho de la noche, divertido, que siempre se quedaba con las chicas más lindas. También  ventajero e ingenioso para sacar una luca de donde fuere, ya que su tío (el Capitán Cañones) le tenía cortados los víveres por su alergia al trabajo.

La historieta tuvo un comienzo en Patoruzú, de estilo costumbrista, que mostraba las aventuras de un cacique indio en La Patagonia y que reunía a otros personajes como Isidoro de niño (Isidorito), el capataz Ñancul, la Chacha de las empanadas que uno las imaginaba exquisitas, y otros.

A comienzo de los sesenta surgió Mafalda: una niña precoz, contestaría y polémica que cuestionaba el mundo de los adultos. Sus pensamientos y frases ponían al descubierto desaciertos en decisiones y comportamientos generando un mensaje que obligaba a pensar. Para tomarla simplemente como un pasatiempo, algo liviano, estaban sus amigos: Felipe (el más aniñado), Manolito (el ayudante de almacén tacaño), la pragmática Susanita y el pequeño Guille que incomoda al resto con sus preguntas.

Mafalda fue una creación del dibujante mendocino Joaquín Salvador Lavado (1932) con familiares en San Rafael, lugar que visitó con frecuencia, ahora esporádicamente. Quino también es ciudadano español.

Con el correr de los años Mafalda no solo fue Argentina: la adoptaron lectores de distintas latitudes y sigue demandada. De por sí, ello habla de su significación.

Por Roberto Armando Bravo.

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