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Borges y los laberintos

Cuentan que los laberintos despertaron fascinación en el niño Jorge Luis Borges. Lo atrapó la historia griega del Minotauro (monstruo con cuerpo de hombre y cabeza de toro) a quien dieron muerte urdiendo un plan consistente en usar un hilo que sirvió como señal para avanzar y, más tarde, salir de un laberinto. Borges filosofaba: «Dentro de un Laberinto podemos movernos aunque, el límite, es nuestro potencial».

El notable escritor (que nació hace 117 años) escribió Historia de los dos Reyes y los dos Laberintos, un cuento que narra cómo un rey logró vengarse de una humillación. Este sería el resumen:

Había una vez un rey en Babilonia que hizo un laberinto tan dificultoso que era casi imposible salir de él. Un día llegó a su ciudad el rey de Arabia y su colega babilonio lo invitó a entrar en el laberinto para reírse de él. El rey de Arabia se encontró perdido.

Entonces, el rey de Arabia pidió ayuda a Alá y consiguió salir. Cuando el rey de Babilonia le preguntó qué le había parecido el laberinto, el otro le contestó que él también tenía un laberinto en Arabia y que, si Dios quería, algún día se lo enseñaría.

Entonces, volvió a su país, juntó un ejército que destruyó Babilonia e hizo prisionero a su rey. Luego lo condujo al desierto y le dijo que ese era su laberinto. Lo ató y espoleó a su camello para que echase a andar. El rey de Babilonia murió de sed y hambre en mitad del desierto.

Por estos días, y por varios más, se exhibe una muestra sobre Jorge Luis Borges en el Centro Cultural Kirchner, con una sala dedicada al Laberinto de Finca Bombal, símbolo de las preferencias personales y, de algún modo, de la obra borgeana toda.

Por Roberto Armando Bravo.

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