El 2015 fue un año nefasto para la libertad de expresión. El periodismo tuvo que encolumnarse tras el oficialismo de entonces (TV Pública con 6, 7, 8 y C5N) o la oposición con el Grupo Clarín de abanderado; dos extremos. Así pasó en la Ciudad Autónoma de Buenos Aires pero también en el interior.
En cada provincia hubo distintos matices, pero nadie escapó a la disputa de ese campeonato de dos. La generación de las noticias impactantes fue ellos. Imposible abstraerse.
Con la llegada del nuevo gobierno, el Canal del Estado se despolitizó y volvió a tener el perfil tradicional. Uno menos en la puja, aunque la ahora oposición sumó algunos medios menores. También el oficialismo porque es el lugar donde calienta el sol y nunca faltan los oportunistas.
Quienes quieren construir opinión independiente u ocuparse también de otros temas que son importantes, no pueden recuperar un posicionamiento relevante. Se entiende: fueron muchos años donde se monopolizó la opinión y quedan más que resabios.
Además, la agenda común no puede obviar el tema de mayor peso: la corrupción que parece no tener fin.
No es menos cierto que a Blanco y Negro no les conviene que haya grises.
En medio de todo, los periodistas; porque lo que existe es libertad de medios, distinta al derecho constitucional que ampara a los hombres de prensa para que digan sus verdades independientemente del direccionamiento de las empresas periodísticas.
Como siempre, tarde o temprano el tiempo se encargará de volver a poner las cosas en su lugar porque el sitio del medio brilla por su ausencia y es necesario su aporte en favor de un país mejor.
Por Roberto Armando Bravo.