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¿Y si se educa a los padres?

Hace mucho tiempo que a la sociedad la tiene en vilo la accidentología vial. Y reacciona buenamente: acercando propuestas que bajen los índices que muestran a San Rafael encabezando un luctuoso ranking provincial. Un gran capítulo es el de la diversión nocturna: en él, el alcohol juega un rol perverso y no son pocas (y encontradas) las iniciativas para que los conductores no beban, para que, fundamentalmente los más jóvenes, comprendan que bebida y velocidad pueden convertirse en un cóctel mortal. Si no lo logran, es imprescindible una concientización de los padres (sí, de los padres) porque, en muchos casos, no dialogan sobre eso con los chicos ni se animan a poner límites.

Y deben hacerlo, porque hay jóvenes que, aunque no lo parezca, necesitan “jugar” en una cancha marcada, con arcos, para saber hacia dónde deben ir. Tal educación no puede esperar.

Cierto es también que hay causas que obligan a modificar la legislación para que, por ejemplo, la venta de alcohol en los horarios que no corresponda (y a quien no corresponda) sea fuertemente sancionada (penalmente, llegado el caso).

A los jóvenes (algunos no tanto) hay que pedirles una mirada distinta sobre el propósito primigenio de la diversión: el de relacionarse, lo cual no lograrán en un estado de semiinconsciencia por los efectos de alcohol y/o drogas.

Por Roberto Armando Bravo. 

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