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Recolectores de residuos

Hay que arremangarse. Con frío o calor; de día o de madrugada; con lluvia, nieve o sol abrasador.

No hay que tener asco a los olores que emanan de la basura que sacan los vecinos.

Hay que levantar los desechos cuando se rompe la bolsa antes de tirarla arriba del camión.

No hay que tener sueño. Hay que cambiar el reloj biológico cuando el turno es nocturno.

Hay que tolerar cuando, en lugar de la basura, o dentro de ella, van otros objetos.

No hay que reaccionar cuando algún desubicado increpa porque quiere le retiren escombros como si fueran desechos orgánicos.

Hay que bancarse el temor a enfermedades y contagios, más allá del uso de la ropa y elementos de seguridad.

No hay que enojarse cuando alguien reprocha los días de descanso por el régimen laboral.

Hay que disimular el disgusto que produce la consideración que tiene la sociedad sobre la actividad.

No hay que distraerse al manejar. Hay que proteger a los recolectores de algunos conductores impacientes.

Hay que tener un estado físico óptimo y fortaleza, aunque el gimnasio ni siquiera figure en los sueños más remotos.

No hay que desalentarse cuando a fin de mes el recibo de sueldo indica $ 7.000.

¡Uf! Hay que reunir demasiados requisitos para ser Recolector de Residuos.

¡Feliz día muchachos! (Y muchas gracias).

Por Roberto Armando Bravo.

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