“Seño: Pedro me pegó”, acusa Juan. “Él me pegó primero”, se justifica el otro. En definitiva, los dos se agredieron. Pasa en la escuela. Pasa en la casa, plazas y parques. Siempre fue y será así. Son niños.
Viene a cuento por la actitud de algunos políticos. A menudo califican a peticiones o proyectos de sus opositores de “políticos”. Y políticos son todos. Y, como tal, no dejan de hacer política es ningún momento.
Así como la cabeza del hombre no se parte por mitades, las acciones políticas y de gestión van a la par.
En determinado momento, y porque alguien del entorno lanzó el rumor, los periodistas consultan por determinada postulación y encuentran una respuesta con tono de disgusto: “No es momento para hablar de eso. Estoy dedicado a mi función”.
Un buen aporte para la democracia, entrado el tercer siglo de la Independencia Argentina, sería que algunos políticos se despojen de actitudes hipócritas y demagógicas.
Después de todo, nadie les pide que dejen de ser lo que son; simplemente requiere que lo hagan bien y transparentemente.
Por Roberto Armando Bravo.