En 1978 la palabra inglesa merchandising no se había incorporado a nuestro vocabulario -tanto como en la actualidad- aunque la puesta en práctica de la misma fue evidente durante el desarrollo del Mundial de Fútbol.
Fuera de los estadios, podía comprarse las clásicas banderas; dentro de los mismos, gorros, bufandas, camisetas y otros souvenirs como llaveros, cadenitas, ositos, calendarios, programa de partidos, revistas, posters, banderines y ¡hasta monedas conmemorativas! acuñadas con motivo del acontecimiento cumbre del fútbol del planeta.
Además, estaban los discos con la canción y Marcha del Mundial que, antes de cada partido, se repetían hasta el hartazgo. Hoy, a la distancia, uno no sabe si eran musicalmente tan agradables o, simplemente, cumplían con el propósito de grabarse en las mentes para generar ventas masivas.
La reflexión de los hombres y mujeres de entonces estaba aletargada; a un costado de la ruta de emociones y alegrías.
Luego vendrían los Long Play con los relatos de José María Muñoz, Carlos Parnisari y otros que, por supuesto, incluían los ritmos ya citados. El merchandising había cumplido sobradamente su objetivo: las ventas se prolongaban en el tiempo.
Por Roberto Armando Bravo.