Cada tanto, tras un caso de corrupción, quienes pretenden eludir la responsabilidad que les cabe, actualizan el pensamiento de que, “para que exista un funcionario público corrupto, debe haber un privado corrupto”. Hoy la frase vuelve al tapete y, al igual que antes, mucha gente es usada para que la re instale.
El objetivo es claro: hacer creer que sumar a otro dividirá la culpa, disimulará el ilícito. Y no es así, de ningún modo. En todo caso habrá otro delincuente. Si el funcionario público es honrado, será incorruptible.
La vida está llena de malas tentaciones y no por ello todas las mujeres se prostituyen, los hombres roban y los jóvenes se drogan o alcoholizan pese a que, a la vuelta de cualquier esquina, siempre haya alguien preparado para tentar, para vender una vida más fácil y placentera.
La falta de controles (por no citar el motivo que la mayoría piensa) protegió a los inmorales saqueadores del estado y los resultados están a la vista.
Hubo una justicia adormecida y los referentes políticos que no ocuparon cargos miraron para otro lado. Muchos soslayaron algo fundamental para desempeñar la función pública: el honor.
Por todo eso, la excusa se gastó, no sirve.
Por Roberto Armando Bravo.