Llegó el 21 de septiembre, uno de los días más esperados por todos. Lo festejan activamente los estudiantes y lo recuerdan los mayores.
Los grandes dirán para sí (y para quien quiera escucharlos) que, en sus mocedades, la celebración “era mejor”. Evocarán aquel único día en el Parque Mariano Moreno con una legión de chicos yendo y viniendo por las calles de tierra y unos pocos haciendo pinta en auto o moto. El paréntesis del mediodía para comer algunos sanguchitos y embriagarse con gaseosas.
El sueño pocas veces concretado de encontrar el amor; apenas un beso robado que dejó mejillas sonrojadas, no mucho más. Desechas las ilusiones de los pibes, el atardecer los encontraba jugando con su único amor: la pelota. Las chicas ya habían emprendido el retorno al centro.
El día terminaba para todos y tenían que prepararse porque, en el siguiente, debían concurrir a clases normalmente.
Los sueños de los chicos de hoy tal vez no sean muy distintos y cuentan con más jornadas para que se cumplan. Son largos los festejos e incluyen días y noches. Habrá tiempo para retomar las clases.
Algo no cambió: antes y ahora, en cada primavera renace la esperanza. Bienvenida sea.
Por Roberto Armando Bravo.