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Balbín: el del discurso atípico

Es la media mañana de un caluroso domingo sanrafaelino de 1973. En la playa de estacionamiento pegada al Cine Andrés (segunda cuadra de Avenida San Martín) se ha improvisado un escenario. El lugar resulta chico y la gente gana posiciones en la calle cuyo tránsito debe ser interrumpido.

Algún bombo pone en duda el derecho de autor del híper peronista Tula (caracterizado hincha de Rosario Central). Abundan colores rojos y blancos. Hay un aplauso colectivo cuando un hombre de contextura baja y 68 años sobre sus espaldas, sube las escalinatas con precaución.

Se hace un silencio que deja escuchar una voz grave y pausada que saluda y comienza una oratoria brillante, impar. Impropia del político tipo.

Ricardo Balbín improvisa un mensaje cuidadoso que se centra en los deberes del estado: educación, salud y justicia. Desmenuza la situación de cada área, propone opciones y dice cómo se concretarían.

Luego esboza conceptos por demás esclarecedores de los tiempos por venir. Advierte sobre las luchas intestinas y la siempre latente posibilidad de un golpe.

El candidato Radical a la presidencia pierde las dos elecciones. En la primera, llevada a cabo en marzo, sucumbe ante Héctor Cámpora. Si bien la diferencia forzaría una segunda vuelta, Balbín decide no presentarse. Seis meses más tarde cae sin atenuantes ante Juan Domino Perón.

Tres años más tarde, el vaticinio del Chino lamentablemente se cumple: la violencia puede más que la gobernabilidad y es sofocada con más violencia.

Ricardo Balbín en el recuerdo, a 35 años hoy de su muerte.

Por Roberto Armando Bravo.

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