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Azules y Colorados

La disputa por el poder dentro de las Fuerzas Armadas quedó patentizada en una fecha de la que, anteayer, se cumplieron sesenta años.

El 9 de junio de 1956, el General Juan José Valle encabezó una rebelión (con apoyo civil) que tuvo expresión en muy pocas guarniciones: solo algunas de la Capital Federal, otras del Conurbano bonaerense, La Plata y La Pampa.

La intentona fue rápidamente neutralizada por las fuerzas que respondían al presidente de facto Pedro Eugenio Aramburu. Tres días más tarde, Valle fue fusilado por la insurrección. Igual suerte corrieron una veintena de militantes peronistas que fueron asesinados en los basurales de José León Suárez.

Entonces se comenzó a hablar de Azules y Colorados. Estos eran los duros; calificaban al peronismo como un partido pro comunista. En ese contexto, tal vez se inscriba lo de Juan José Valle.

Es tal vez porque no hay una interpretación única. Pero Valle vendría siendo Azul, según se desprende de la carta enviada a Aramburu antes de morir. En un párrafo de la misma, argumentó que el levantamiento buscó «la justicia y la libertad del 95% de los argentinos, amordazados, sin prensa, sin partido político, sin garantías constitucionales, sin derecho obrero, sin nada».

Y remató: «No defendemos la causa de ningún hombre ni de ningún partido» (lo que pone en duda aquello de «un militar de Perón») y acusó al poder de haber sido beneficiado por el «régimen depuesto», siendo que en el vocabulario peronista de entonces, régimen siempre fue mala palabra.

Por Roberto Armando Bravo.

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