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Agricultores

Hombres y mujeres eligieron por trabajo la noble tarea de plantar semillas para recoger los frutos de nuestra tierra.

El enunciado resume sucintamente una tarea muy sacrificada. El trabajo es día tras día, todos los días. No sabe de fines de semana largos, frío o calor. Si hay que regar, el descanso se cortará para tomar los turnos de madrugada.

Aunque verde y esperanzadora, la primavera siempre será presagio de heladas tardías. A veces se puede contra la naturaleza pero hay que volver a sacrificar horas nocturnas y, termómetro en mano, hacer las labores que salven del daño a los cultivos.

La  estación que sigue, la que el resto espera con ansias, el verano, viene con zozobra: si no se han tenido recursos para cubrir con malla y el combate de los aviones no es suficiente, el daño del granizo se hará sentir.

En medio de esas etapas hay que concretar las llamadas tareas culturales como podar, curar y otras. Son momentos de relax y sueños.

Cuando los frutos maduros hayan sido desprendidos de la planta, la lucha será por obtener un margen de ganancia que posibilite encarar la próxima temporada. No más, porque toda una cadena ociosa encareció en góndolas siete veces más el precio pagado al productor.

La injusticia no mellará la fe de los mayores pero ahuyentará a los jóvenes. Lástima: Argentina necesita cada vez más de un campo vigoroso para satisfacer la creciente demanda mundial de alimentos.

Sin una mejora de las economías regionales, siempre estará lejos de ese objetivo.

Por Roberto Armando Bravo.

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