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Un cuento y ¡a dormir!

La primera “negociación” entre padres e hijos tiene un libro de por medio. La vitalidad de los pequeños, el mundo que van descubriendo, estira su jornada y, a cambio de ir a la cama, piden que les lean. Ese momento es único; lo disfrutan los chicos, lo disfrutan los grandes.

La narración genera un mundo de fantasías y emociones y va creando una identificación con los valores a través de las buenas acciones de héroes y heroínas. Al tiempo, se van abriendo los caminos que conducen a una buena formación. Noche a noche, habrá un aprendizaje del significado de palabras, frases y situaciones.

Se incentivará la memoria al punto que, en una etapa posterior aunque cercana, con sus propias medias palabras explicarán las imágenes.

Generado el hábito, tendrá continuidad en la etapa escolar y en las siguientes. Como resultante habrá personas instruidas y pensantes que formarán sociedades justas, equilibradas y prósperas porque, de la mano del conocimiento, llegarán las ideas innovadoras para revertir los modelos incorrectos.

Todo eso puede lograrse con la simple lectura de un cuento. No es cuento.

Por Roberto Armando Bravo.

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