A su espíritu nos referimos. Surgieron a principios del siglo IXX, por la necesidad de comunicación entre familiares y/o amigos separados por grandes distancias. Las horas nocturnas fueron las preferidas para vincularse; las emisiones eran más limpias. A muchos los sorprendía el alba prendidos en afectuosos intercambios verbales.
Durante poco más de un siglo, los Radioaficionados han realizado tareas desinteresadas de gran utilidad. Estaciones y equipos brindaron servicio en situaciones de emergencias, catástrofes u otras necesidades donde las comunicaciones tradicionales cesaron o no se contó con ellas.

Un ejemplo en Cuyo fueron los terremotos que azotaron San Juan y Mendoza. Aquello que comenzó como un hobby se transformó en un gran servicio.
Es tan oportuno destacar que esta actividad ha sido muy útil antes de la aparición de celulares e Internet, como también que lo seguirá siendo a pesar de ellos. Cuando la naturaleza nos haga sentir todo su rigor y dejen de funcionar, solo los aficionados podrán estar en el aire con ingenio y desinterés; como siempre.
Además, los mensajes de los radioaficionados, a diferencia de algunas de las comunicaciones actuales (redes sociales), son absolutamente transparentes; no hay duda alguna respecto de la identidad. Nadie se escuda en el anonimato.
Todos dan la cara y, en ocasiones, ponen hasta el alma.
Por Roberto Armando Bravo.