En algunos ámbitos hay que ser “ciego, sordo y mudo”. Seguramente ello lo habrá pensado en más de una oportunidad Waldo Escobar.
Lauchín, como lo definió la ocurrencia de alguien, es, desde hace muchos años, el encargado de tratar las dolencias de los jugadores de Huracán y necesariamente hace su trabajo en lugares compartidos.
Una semana, en el fútbol, es un tiempo lo suficientemente largo para que sucedan cosas propias de la convivencia en cualquier grupo humano. Es tiempo de “lavadas de cabeza” y de “calenturas” porque en algún entrenamiento alguno fue un poco más fuerte de lo habitual, entre otras; y todas esas cosas, habituales pero que dan para la comidilla, no deben trascender.
Los testigos presenciales, menos que menos, deben divulgarlas porque corren el riesgo de potenciarlas hasta terminar en algo mucho más grande de lo que verdaderamente fue.
La conducta de Escobar lo hizo una persona muy fiable, al punto que siempre es un hombre de confianza e, incluso, de consulta cuando se trata de delinear pretemporadas y demás.
Este lunes, quien hace algunos años fuese distinguido por su labor como enfermero, cumple 76 años. ¡Felicidades!
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Por Roberto Bravo.