Hábil, gambeteador, escurridizo, vivo, buen cabeceador (aunque lo ponga en duda su estatura) y con todo el potrero en cada acción. Su carta de presentación la firmaba Juan Carlos Villarroel, nada menos. «Ese pibe va a llegar», sentenciaba el vozarrón del «Tranco e’ León» a comienzos de los setenta.
La oportunidad de debutar en Primera, junto a otros también «pichones» de crack, la hizo posible el Turco Jorge Julio.
Con el rodaje necesario, el visionario entrenador lo ubicó en el puesto donde más rendiría: el de volante derecho.
Acumuló títulos y más títulos con Pedal, reforzó a Huracán en algún Regional, terminó su carrera en Deportivo Argentino (1989) pero, lo que seguramente quedó por siempre grabado en su mente, fue aquel memorable triunfo ante el Juvenil de A.F.A. (1978) donde, además de controlar a Diego Armando Maradona (¡casi nada!) marcó un golazo que abrió el marcador en aquella inolvidable noche en La Fortaleza de Cemento.
El diminutivo Longuito nada tiene que ver con la talla futbolística del Pelusa.
Por Roberto Armando Bravo.