La exitosísima serie española de Netflix ya exhibe la tercera temporada y anuncia la cuarta. De acuerdo a los críticos, además de estar muy bien lograda (es lo fundamental) atrapa por su mensaje antisistema donde ladrones robinhoodescos roban Casa de la Moneda y Banco Central de España.
El culebrón muestra que una policía deserta porque se enamora del jefe de la banda convirtiéndose en una delincuente más. Sobre el final de esta temporada es atrapada. No es difícil imaginar qué pasará con ella: estaba dentro del sistema, combatió contra el mismo y le caerá “todo el peso de la ley”, parafraseando el lenguaje de los Western de los años sesenta.
En las últimas horas, la noticia más importante del mundo del fútbol es que la Conmebol apartó al presidente de la AFA, Claudio Tapia, de su cargo de representante ante la FIFA; fue por su carta con acusaciones varias contra el titular de la Confederación (Alejandro Domínguez), el árbitro de Brasil 2 – Argentina 0 (Roddy Zambrano), el VAR y otros.
Lo de La Casa de Papel viene a cuento porque Tapia, al igual que la inspectora Raquel Murillo, es parte del sistema y quien está dentro del sistema no debe tener actitudes antisistema.
Algunos de sus reclamos son justos pero debió hacerlos con un estilo acorde al cargo de vicepresidente segundo de la entidad que ostenta. La dureza de sus acusaciones hace razonable que muchos piensen que exageró para tapar la defección de la Selección Nacional en la Copa América.
Otra coincidencia entre la ficción de la serie y la realidad futbolera es que se habla de “Ética, lealtad y transparencia”. Tapia no puede culpar a la Conmebol de soslayarlas, toda vez que, como titular de la AFA y del Consejo Federal, no ha ordenado una investigación sobre las denuncias de manifiestas irregularidades domésticas: cambio de reglamento (en plena marcha de un torneo) y bochornosos arbitrajes en partidos claves de los campeonatos argentinos de ascenso B Metropolitana, Federal “A” y Regional Federal Amateur. Se predica con el ejemplo.
A partir de internet, creer que eso no se sabrá en otras latitudes, que crónicas y videos no trascenderán, es un error. Un gran error con consecuencias.
Finalmente, también hay muchísimos rehenes aunque, en este caso, del sistema: son los clubes, presos de recurrentes y antojadizas decisiones y, en ocasiones, demasiado pasivos.
Por Roberto Armando Bravo.
