Fiel a su origen (Pueblo Diamante) Miguel Buxó supo que, si jugaba al fútbol, tenía que hacerlo en Huracán. Por los colores azul y amarillo comenzó a sufrir desde chiquito cuando, de la mano de papá, iba a ver al Globo.
Un día se animó y, consentimiento de por medio, se alistó en las inferiores: ya estaba más cerca. Jugaba los domingos por la mañana y, después de los ravioles de la vieja, se iba a la cancha.
Como casi todos, él quería hacer goles: se embelesaba con las voleas del Carozo Ureta o la precisión del uruguayo Walter Llentilín.
Con el tiempo, se daría cuenta que lo suyo estaba más cerca del Zoya Rodríguez o el Gringo Celucci. Eso mismo pensaron los “delegados” y lo ubicaron de seis.
Cuando llegó a la 4ta supo que era un “buen puesto”, “su” puesto. Tenía una altura superior a la media y, por tanto, sacaba ventajas en el juego aéreo; era fuerte para ganar en las divididas; rápido para anticipar y muy práctico: si se podía jugar, fenómeno, de lo contrario, alguien la devolvería desde la tribuna.
Ya en Primera, por los 16, la calificación llegaba del entorno y bajaba de las tribunas: “es bueno el Buxó ¿Eh?”.
Por años, la hinchada de Huracán aplaudió con ganas la personalidad, el vigor y, principalmente, el corazón de un jugador hecho a la medida del club de sus amores.
Por Roberto Armando Bravo.
El gallego Buxo. es hincha de Pedal y de River desde que nació, jugo en huracán por comodidad, vivía en el barrio, y sus amigos eran de huracan ,te lo cuenta un hermano de la madre, hincha de River y pedalino toda la vida, y culpable de que el fuera igual