Andaba por ahí. Todos lo percibían. Se siente cada vez que se recuerda a alguien que, en vida, hizo obras extraordinarias.
Eso sucedió el domingo por la mañana en la inauguración del busto de Juan Carlos Villarroel en el boulevard de la avenida Mitre frente al Club Huracán.
Si quienes lo conocieron, hasta imaginaron que Pocholo objetaría merecerlo; “Eso era para Pretel”, hubiera sentenciado, para reflexionar luego: “Lo que es la vida, pensar que esto fue idea del Huguito Toledo que jugaba en la canchita de Don Ríos, no en la mía”.
No muy convencido, aunque sumamente agradecido, menearía la cabeza asintiendo y disintiendo al mismo tiempo.
La fantasía refleja las virtudes del Tranco e’ León: humildad, sinceridad, humanidad, reconocimiento, respeto, afecto.
Muy buena la iniciativa afortunadamente concretada. Se sienten halagados los corazones de quienes lo conocieron y despierta la inquietud de quienes no.
Tras la pregunta de los exponentes de las nuevas generaciones, padres y abuelos contarán sobre los sueños que acuñaban los pibes que iban a jugar a la canchita de Centro América e Independencia, la rectitud de quien les enseñaba, la mano tendida para ayudar a los que no estaban contenidos, la legendaria bicicleta para llevarlos a la escuela o al médico y tantas otras historias de valores.
Por Roberto Armando Bravo.