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“Un domingo sin fútbol…”

“Sentimiento”, “pasión”, “amor”, “vida”, “sueños”, “fe”, “fidelidad”. Esas palabras (y muchas otras) reflejan el significado del fútbol para los argentinos.

Nadie lo discute aunque, si alguien osara, tropezaría y caería rendido ante la contundencia de las inscripciones en las banderas y pancartas que decoran las canchas en cada lugar de la geografía nacional.

La inminencia de vivir un partido despierta sensaciones varias que se traducen en un cóctel atrapante. Después (“¡Qué importa del después!” -Naranjo en Flor-) “Que me quiten lo bailao”.

Es de resultado incierto cómo se concluirá anímicamente la semana, pero vale el desafío aunque el lunes sea más pesado que de costumbre.

Y, más allá que los tiempos y calendarios hayan desperdigado partidos por distintos días de la semana, el domingo es El Día. Es como que la génesis futbolera deja hacer pero tiene bien claro lo que quiere.

Deja hacer porque también goza disfrutar de un viernes por la noche, en enero o febrero, o de una tarde sabatina ya que, durante mucho tiempo, el encuentro más importante de la LSRF se disputaba ese día.

Las suspensiones de antes eran sorpresivas para los que se acostaban temprano el sábado por la noche (los menos). La muchachada que iba a bailar fruncía el seño cuando comenzaba a llover de madrugada.

Hoy los pronósticos permiten vislumbrar con antelación lo que sucederá. El ingeniero Raúl Besa lo había advertido el viernes: “lluvias y lloviznas de sábado a lunes, inclusive”. No hubo extrañeza aunque sí desazón en ciudad y distritos. “Vieja: la tarde pinta para tortas fritas con el mate”. Algo es algo.

Alfredo Di Stéfano, para muchos el mejor jugador de la historia, acuñó una frase para todos los tiempos: “Un 0-0 es como un domingo sin sol”. Eso para cuando se jugaba. Para cuando no, la Saeta Rubia comparaba: “Un domingo sin fútbol es como un día sin sol”.

Hoy vivimos un domingo sin fútbol ni sol.

Por Roberto Armando Bravo.

Foto de inicio: www.deportes.terra.es

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