in

Bolsillos abultados

En los últimos tiempos han crecido por volumen. Solo por volumen. Hasta hace no mucho, un billete de cien pesos (la máxima nominación de la moneda Argentina) duraba. Para la compra de muchas cosas era un billete grande (“¿no tiene cambio?”).

Se gastaba luego de días en los que, inclusive, se podía llevar la cuenta del vuelto. Hoy se esfuma como los sueños de ahorrar parte suya. Hoy son necesarios varios para una compra qualunque. Ni hablar de los más “chicos”.

Es la inflación. Es esa perversión económica que destruye el poder adquisitivo de los salarios. Los changuitos de los supermercados cada vez más vacíos. Las alacenas de los hogares, también. Las aspiraciones de progresar archivadas. Los sueños truncos. El ser humano frustrado por los magros frutos de su esfuerzo.

Metafóricamente, el burro y la zanahoria: los pesos que alcanzan para comprar apenas lo necesario para subsistir. La realidad que muestra al pobre asno subiendo una cuesta cada vez más empinada.

La inflación que engorda billeteras, monederos y bolsillos y adelgaza espíritus al punto de despertar interrogantes (“¿De qué vale tanto trabajar?”).

Circulan billetes de mayor nominación. Al menos servirá para quitarle volumen a los bolsillos mientras se aguarda que el remedio vaya curando la enfermedad.

Por Roberto Armando Bravo.

Deja una respuesta

Tu dirección de correo electrónico no será publicada. Los campos obligatorios están marcados con *

Este sitio usa Akismet para reducir el spam. Aprende cómo se procesan los datos de tus comentarios.

El artillero de la “B” (ahora de la “A”)

Cemento Verde