Mañana asumirá Alfredo Cornejo como gobernador de Mendoza. Como nunca antes, el desatino del calendario electoral demoró seis meses la puesta en funciones.
En cualquiera de las transiciones de la historia provincial, los mandatarios electos pasaron una previa distendida, más preocupados por lo protocolar que por la realidad del estado que, mejor o peor, estaba dentro de la tradición de una «provincia rica».
Lo de Cornejo ha sido muy distinto: ya lleva medio año donde cada día parece peor que el anterior. De movida acordó con el gobernador Francisco Pérez lo de 40-60 (pareciera el porcentaje de una S.A. próspera) que era el modo en que se repartiría un préstamo para poder hacer frente a salarios y gastos corrientes hasta enero. Hubo consenso legislativo que la presidenta de la Nación (irrespetuosa de la autonomía de la provincia) desautorizó; solo habría un poco para la actual gestión. Tampoco fue así: hoy se paga a estatales con adelantos de la Coparticipación Federal que se le descontarán muy pronto a la administración Cornejo.
Todo este tiempo transcurrió con un Pérez preocupado por acomodar a su gente en el lugar que fuere. Otro funcionario renunció para asumir como legislador: Juan Gantus que dejó el ministerio de Hacienda en llamas. Nada menos. Y la mayoría de los restantes, como los que debían controlar precios, levantando el pie del acelerador.
Otro frente de tormenta ha sido la actitud de algunos gremios que (independientemente de las previsiones que deben tomar) salieron con los tapones de punta, extremadamente belicosos contra el gobernador que todavía no lo es. Raro: hay más recriminación para el que viene que para el que se va.
Está bien entrenado. Cuando comience a jugar el partido, ojalá tenga la suerte de Sergio Goycochea en el Mundial Italia 90; tendrá que atajar varios penales.
Los mejores deseos para Alfredo Cornejo y quienes lo acompañan en este desafío tan difícil.
Por Roberto Armando Bravo.
