Anuncio rimbombante: en febrero de 1980 se presentaba en el estadio mundialista de Mendoza «la selección nacional de la U.R.S.S.». La información se completaba con: «se medirá con la selección juvenil de San Rafael (Mendoza), Campeona Provincial.
El representativo ruso había disputado con la Sub-20 Argentina la final del primer Mundial de la categoría: había caído 3-1 ante los de Diego Armando Maradona en Tokio.

Por su parte, los pibes Celestes se habían consagrado campeones de Mendoza a fines del año anterior.
El partido fue todo lo que se esperaba y más: San Rafael salió a jugarle de igual a igual a un equipo con una mecánica de juego muy distinta que, por entonces complicaba y mucho al estilo «nuestro».
No obstante, la riqueza técnica neutralizó la practicidad, velocidad y contundencia y se dio un cotejo donde los arqueros tuvieron mucho trabajo: el Pollo Murcia y Chanov estuvieron entre los destacados.
Hubo dos oportunidades más claras que otras y los Rojos las aprovecharon vía Ponomariev, potente centroatacante que jugaría el Mundial de España 1982.
Se perdió pero había una íntima satisfacción. Y era razonable: ¡Si hasta el propio entrenador de la U.R.S.S. había reconocido los «buenos jugadores» del equipo sanrafaelino y «lo que había costado» conseguir la victoria por 2-0!
En ese nivel estábamos por los setenta y los ochenta ¡Qué tal!
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Por Roberto Armando Bravo.