Qué linda es la amistad. Que ya pasó el 20 de julio es tan cierto como que todos los días son el Día del Amigo. Antes, ahora y siempre.
Corría la década del cuarenta. Un día llegó a San Rafael, desde las bonaerenses tierras de Trenque Lauquen, Gregorio Rosales Cuello, un joven resuelto.
Pidió y consiguió trabajo como enfermero en el Hospital Teodoro J. Schestakow. Allí conoció a José Aguirre, que cumplía la misma función, y nació la amistad. A punto tal que, hasta que Gregorio se estableció, vivió en la casa de los Aguirre en calle Balcarce de Pueblo Diamante.
Por entonces, José comenzaba como masajista de Huracán; durante cuatro décadas sus manos estuvieron a disposición de históricas piernas Azuloro.
Entre los gustos en común, estaba el de cantar tangos y ambos lo hacían verdaderamente bien por lo que fueron vocalistas de las típicas Pozo, Hermanos Fernández y otras. Es decir; los unía la vocación de servicio (concretada en el nosocomio) y la expresión de las letras del 2×4.
En aquellos tiempos, el que no gustaba del fútbol (para jugar o al menos para ver) era poco menos que un Marciano por lo que, más allá de haber cantado el sábado por la noche o cumplido alguna guardia, el domingo por la mañana había que ir a patear.
La foto muestra juntos, como siempre, a Gregorio Rosales Cuello y José Aguirre (primero y segundo de los hincados). Y, además, la imagen tiene detalles exquisitos. A juzgar por las cofias usadas como gorros, parece ser que al equipo lo integraban otros trabajadores de la salud.
Si bien a simple vista la indumentaria parece ser uniforme (a bastones verticales aunque con tonalidades distintas), hay camisetas escote en V y casacas abotonadas con cuellito.
Por cierto, también hay variedad de pantalones: blancos, negros y otros de color más claro. Para el caso, “La pinta es lo de menos”.
Por Roberto Armando Bravo.