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San Rafael: tierra fértil

Nuestro San Rafael tiene un perfil agrícola muy bien definido. Apenas se trasponen los límites de la ciudad, frutales, vides y pastizales dibujan una geografía verde y fecunda. ¡Qué decir de los distintos distritos!

Los inmigrantes de fines del siglo XVIII sumaron ideas y sacrificio para convertir «el desierto en un vergel». Hoy diríamos «llegaron los capitales» al referirnos a la inversión que hizo Rodolfo Iselín comprando las tierras que le sugirió su amigo el Ingeniero Julio Balloffet. Gallegos, tanos, franceses y otros trabajaron la tierra, de sol a sol, regándola con el sudor de su frente.

Pero esa es una parte de la historia: la última, si se quiere. Antes, indígenas como los Puelches, Pehuenches y Mapuches complementaron caza y recolección con pequeñas plantaciones. Fue el primer paso hacia la agricultura. Primero el maíz; luego zapallos, porotos y hasta quínoa que, según los historiadores, pudo haber sido sagrada (hoy inclina preferencias en restaurantes gourmet).

Pero, retomando el hilo histórico, la conquista de los españoles barrió con esos cultivos que, con el paso de los años, volvieron a recuperarse.

Nuestro sur mendocino, muy especial para origen y dispersión de la agricultura, es el fin de la línea que comenzó en Perú. Se detuvo aquí por un tema ambiental, climático. La tierra de los ríos Diamante y Atuel es monte y verano; hacia el sur comienza La Patagonia donde los guanacos alimentaron sin necesidad que los habitantes de los pueblos originarios tuvieran que trabajar para sacarle fruto a la tierra. 

Esto también es parte de la génesis de nuestro San Rafael.

Por Roberto Armando Bravo.

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