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No se olviden del SIDA

Llegó para quedarse. En los ochenta, los primeros casos provocaron el espanto de lo grave y desconocido. En la década siguiente, tipificado el mal, comenzaron incipientes tratamientos, grupos de autoayuda y demás.

El saber trajo algunas certezas y, estas, derrumbaron mitos. Claro que la sociedad era consciente de los efectos devastadores.

En los dos mil, las acciones tuvieron resultados concretos reflejados en una sensible disminución de la casuística.

En años posteriores, producto de los avances de la ciencia, “el cóctel” mejoró la calidad de vida de los infectados e hicimos lo que no debíamos: dejar de lado por completo las campañas de concientización.

Y esto queda reflejado en una preocupante realidad: a juzgar por el reemplazo de preservativos por la pastilla del día después, los adolescentes y jóvenes del presente le temen más a los embarazos no deseados que al SIDA.

Para que no se conviertan en las víctimas de un mañana cercano, deben ser destinatarios de una pronta concientización.

Por Roberto Armando Bravo.

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