Suele decirse que los militares inventaron el Mundial para tapar el genocidio. Pero vale una aclaración: no fueron los militares que dieron el golpe en marzo de 1976; Fueron los anteriores: los que gobernaron de facto entre 1966 y 1972.
Los militares (cualesquiera fueren) siempre supieron que, pese a la acostumbrada alternancia con gobiernos constitucionales, su poder, por ilegítimo, no sería duradero. Como la usurpación tendría fecha de vencimiento, tenían que idear cosas que aplacaran las demandas cívicas.
Cuando concretaron el inexplicable (desde todo punto de vista) derrocamiento de Arturo Umberto Illia (1966) se sucedieron en el cargo Juan Carlos Onganía, Roberto Marcelo Levingston y Alejandro Agustín Lanusse. Alguno de ellos tiene que haber bajado línea para testear la opinión pública respecto de la realización del Mundial en Argentina.
En una época donde no se usaban (como hoy) banderas ni pancartas en los estadios, aparecieron trapos para promocionar.
Lanusse y compañía deben haberse regocijado con la adhesión de la gente, lógica porque ¿qué futbolero rechazaría que se jugara un Mundial aquí? Si lo habían tenido Uruguay y Brasil ¿por qué nosotros no?
El equipo sensación de 1972 fue San Lorenzo de Almagro. La computadora, cómo habían bautizado al plantel dirigido por Juan Carlos Lorenzo, fue el primer club argentino en ganar el bicampeonato (Metropolitano y Nacional) por lo que era el más convocante, el más taquillero.
Justamente, en una presentación del Ciclón en Rosario, hubo una bandera adhiriendo al Mundial de Argentina como lo muestra nuestro hallazgo fotográfico que abona esta teoría respecto de la autoría.
Las gestiones iniciadas por aquellos militares ante la FIFA fueron continuadas en 1973 por el gobierno de Juan Domingo Perón y el Mundial de Alemania ’74 se despidió con una “Hasta Argentina ’78”.
Para Videla y compañía el Mundial fue una pantalla que les vino como anillo al dedo pero no fueron ellos quienes lo inventaron.
Por Roberto Armando Bravo.
