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La sangre, manda

Roberto, Jorge y Robertito Carrizo. Pedal 1992. Los hermanos compartieron la pasión por el fútbol en varios clubes.

No es común que los hermanos sean unidos. Menos habitual, aún, que sean muy unidos. Es que, más allá de las intenciones, muchas, muchísimas veces la relación no funciona (“son como el perro y el gato”, se quejaba mamá) y, entonces, estamos ante los casos que son mayoría: los de la indiferencia y desencuentros.

Por ello resulta tan gratificante hablar de “hermanos unidos”. Por ello, también, tiene ribetes tan bonitos recordar a Roberto y Jorge Carrizo.

A contramano de lo que es habitual, aquí el más grande (Roberto) seguía al más chico (Jorge). Jugaron poco tiempo juntos en el club que los proyectó (Atlético San Luis) porque Jorge, con su goles, se mudó a Deportivo Argentino.

Al poco tiempo, Roberto también recalaba en Belgrano y Rodolfo Iselín. Después, al Matador lo requirieron de Pedro Vargas y Cabildo y, tras él, llegó Roberto al Sportivo Pedal Club.

A partir de allí vinieron transferencias conjuntas a Rincón del Atuel, primero, y Huracán (para los torneos Argentinos), después.

Asimismo, siempre en el fútbol sanrafaelino, ambos jugaron en San Martín de Monte Comán e incursionaron por entidades de otros lugares.

“Colgados los botines”, se complementaron en la dirección técnica y física de juveniles (en escuelitas) y mayores (en Huracán).

Poco habitual pero bueno; hay dos hermanos muy unidos: Roberto y Jorge Carrizo.

Por Roberto Armando Bravo.

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