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Cambia, todo cambia

En la Cuba pos revolución de 1959, era impensada una relación de Fidel Castro con alguna autoridad de la Iglesia Católica Apostólica Romana. Ni hablar que se fuera a reunir con un Papa, aun considerando que el culto Católico es el que cuenta con más fieles en la Isla, aunque no sean muy participativos.

Pero  tras cuatro décadas, fundamentalmente por la agudización de los problemas económicos, comenzó una apertura que, aunque gradual, fue general. Y entonces, en 1998, llegó Juan Pablo II, en 2012 Benedicto XVI y en 2015 Francisco.

El sumo pontífice argentino fue crucial para el restablecimiento de las relaciones diplomáticas entre La Habana y Washington, por lo que tanto los hermanos Castro cuanto Barack Obama, formularon un reconocimiento explícito a su labor pastoral.

Por aquello de que “lo cortés no quita lo valiente”, en plena Plaza de la Revolución, Francisco expresó un mensaje pleno de contundencia: “Hagan el bien sin condicionamientos ideológicos”.

Decididamente, los líderes religiosos cumplen un rol crucial para un equilibrio pacífico en la relación de los pueblos.

Por Roberto Armando Bravo.

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